jueves, 25 de junio de 2009

KF / Alexis Comamala

























KFEsta del otro lado del río.
Caronte avanza en su ley
Una cuerda, un muérdago y un gran polvo.

El maestlo lo busca incesantemente
esta parado detrás de sí,
lo acompaña como Virgilio a Dante.

David ha muerto.

KF vive en la pantalla,
primera temporada sin Po.


Alexis Comamala

sábado, 20 de junio de 2009

Olvido mojado / Alexis Comamala


ANOCHECER NEVANDO
Yavi- Jujuy
Foto: Alexis Comamala


Sobre el olvido mojado
corre un río.

Demasiado tiempo
espera el escorpión que todo vuelva a baldío.

Algo crece del otro lado,
un puente de miradas.

Alexis Comamala

Tiempos de mi madre / Alexis Comamala

MADRE DE BARRO

Humahuaca - Jujuy
Foto: Alexis Comamala


A ella, a quién más.


La madre no es algo que se piensa.

Alejandro Schmidt.



Durante los últimos tiempos, a mi madre
por las noches, le inyectaba morfina.


El cáncer en su páncreas,
cubría ya varios países de su cuerpo.
Era del tamaño de un continente de fuego,
desparramado por todo el territorio de vida.


Estaba mi tía Tere por momentos,
también Corina, la hermana que eligió mi madre
y, mi padre desviado a acompañarla día y noche.


Todos luchando
y, mi madre redoblando la apuesta al infinito.
Nosotros, a pesar de bajar los brazos,
creíamos entonces en algo,
la morfina dolía o aliviaba.

Eso no importa, es solo ciencia.

Mi madre murió antes de su dosis matinal.
Yo, en otra cama a metros de ella desperté,
su cuerpo en convulsión, agitado en espanto.
¿Que hacer, si no somos maquinas al servicio de la alegría?
Entonces seguir, llamar a Mónica, medica vecina.


¿Para que todo esto? Ya se iba.
¿Para rehabilitar la esperanza?
¿Justificar la muerte?
Entonces lloro.


Ya jamás habrá un fuentón caliente, que abarquen estos pies
y este corazón helado. Sentir el cuidado de si, a través del otro.

Mi uña encarnada una o dos veces por año
y, allí ese fuentón calentito, viniendo del centro del mundo.
Y mi pie izquierdo hinchado, con su pus fluyendo
cayendo en el fondo del lago.


Mas allá que dios no exista, para estas ocasiones ella sabia
los versículos del dolor.


Existió mi madre junto a una cama agonizando,
existió un fuentón lleno de agua caliente en el marco del mundo,
existió la sal gruesa que sirve para que no fallezcan los pies,
existió un fuentón rebajado con agua fría según las marcas térmicas, 
existieron un par de pies hundiéndose en la pócima.


Necesito ahora, la cabeza fría por la lluvia.
Debajo de mis pies el fuentón de mi madre.
Nada es posible ahora.




Alexis Comamala

jueves, 18 de junio de 2009

Gallinas / Rafael Barret














BARRET por Carlos Alonso

Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.

La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas el intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí. Antes era un hombre. Ahora soy un propietario...
Rafael Barret

miércoles, 10 de junio de 2009

Glifomato (Levemente toxico) / Alexis Comamala





Contenía mis brazos para no llevarte al desvío,
inyectaste palabras ardientes en mi rostro.

Nade con mi cara frente a un charco, en el cordón de la vereda,
toque tu cara con mi dedo meñique; en puro instinto
intente retenerte minutos más, huiste.

Amaneciste con toda la espalda al rojo vivo.

Caían lágrimas de tus ojos,
inflorescencias del mar de venganza de ríos oscuros,
terminamos sanándonos las heridas en un barrio sin nombre.

Instalaste tu cuerpo sobre el mío, me curaste de espanto.

Aparecimos desnudos, como dos perros sedientos.                                           

Wapplerita nos andaba cercando para destruirnos,
entonces te alce, corrimos como perdices por campo.
Comimos a la orilla de una ruta de alto trafico de sexo, era
kiosco de lascivia ajena en pequeñas casas de luz roja.

Entregamos nuestros cuerpos a esa inundación,
sentí tu mano en las grietas de mi cuerpo cansado,
sentiste mis manos -lo supe por un pequeño suspiro-.

Entramos a los yuyos y, cicatrizaron las heridas.

Reclamos del uno hacia el otro ya olvidados.
Coincidíamos en la soja sin valor y en los
intereses del señor rey de la plantita de oro.

Nadie tocaba esa quinta, ese diezmo ¿o alguien se anima a desaparecer?

Tambo nuevo es urgencia de pocos en esta zona.

Infiltramos nuestros cuerpos sin saber, en el pesticida,
atardecimos convertidos en rumiantes de asfalto.

Walquirias vestidas de hombres nos arrastraron con tractores,
entregándonos con recomendación para ratas de laboratorio.

Campo con patrones y rentistas olimos entonces,
kafkiana fue la imagen de los peones
esperando a su dios que baje de la nave 4x4.

Sacamos fuerzas para besarnos con nuestros hocicos
sacamos fuerzas para saber quiénes éramos.

Escuchamos unas risitas de comparsa de muerte,
rugieron “por algo será” y nos despeñaron en una zanja.

¿Cuéntame como recuperamos nuestras formas?
intentamos escapar y vos caíste de un escopetazo en la nuca.

No olvidare tu nuca, tu espalda y tu esternón.

Tropecé una tarde con uno de tus asesinos en televisión,
Inicie tu búsqueda, difame esas hojas de hierba maldita.
Atente contra él, no entendió nada. Desde aquí te escribo.


Alexis Comamala




martes, 9 de junio de 2009

Diluvio / Alexis Comamala

ÚLTIMO ÁRBOL

Iruya - Salta
Foto: Alexis Comamala

Diluvio


Necesito esta noche como anzuelo,
salgo a la intemperie a buscarme.

Estoy atado al último árbol en pie,
la noticia es el diluvio.

De cuajo el tronco divaga.

la nave es diminuta,
frágil,
tenue: mis huesos



Alexis Comamala

Historia del arte / Alberto Girri

Mordimos sobre cuanto existe hasta escarnecerlo, hasta la desvergüenza, una provocación a lo desconocido, un esfuerzo a menudo ...