miércoles, 10 de junio de 2009

Glifomato (Levemente toxico) / Alexis Comamala





Contenía mis brazos para no llevarte al desvío,
inyectaste palabras ardientes en mi rostro.

Nade con mi cara frente a un charco, en el cordón de la vereda,
toque tu cara con mi dedo meñique; en puro instinto
intente retenerte minutos más, huiste.

Amaneciste con toda la espalda al rojo vivo.

Caían lágrimas de tus ojos,
inflorescencias del mar de venganza de ríos oscuros,
terminamos sanándonos las heridas en un barrio sin nombre.

Instalaste tu cuerpo sobre el mío, me curaste de espanto.

Aparecimos desnudos, como dos perros sedientos.                                           

Wapplerita nos andaba cercando para destruirnos,
entonces te alce, corrimos como perdices por campo.
Comimos a la orilla de una ruta de alto trafico de sexo, era
kiosco de lascivia ajena en pequeñas casas de luz roja.

Entregamos nuestros cuerpos a esa inundación,
sentí tu mano en las grietas de mi cuerpo cansado,
sentiste mis manos -lo supe por un pequeño suspiro-.

Entramos a los yuyos y, cicatrizaron las heridas.

Reclamos del uno hacia el otro ya olvidados.
Coincidíamos en la soja sin valor y en los
intereses del señor rey de la plantita de oro.

Nadie tocaba esa quinta, ese diezmo ¿o alguien se anima a desaparecer?

Tambo nuevo es urgencia de pocos en esta zona.

Infiltramos nuestros cuerpos sin saber, en el pesticida,
atardecimos convertidos en rumiantes de asfalto.

Walquirias vestidas de hombres nos arrastraron con tractores,
entregándonos con recomendación para ratas de laboratorio.

Campo con patrones y rentistas olimos entonces,
kafkiana fue la imagen de los peones
esperando a su dios que baje de la nave 4x4.

Sacamos fuerzas para besarnos con nuestros hocicos
sacamos fuerzas para saber quiénes éramos.

Escuchamos unas risitas de comparsa de muerte,
rugieron “por algo será” y nos despeñaron en una zanja.

¿Cuéntame como recuperamos nuestras formas?
intentamos escapar y vos caíste de un escopetazo en la nuca.

No olvidare tu nuca, tu espalda y tu esternón.

Tropecé una tarde con uno de tus asesinos en televisión,
Inicie tu búsqueda, difame esas hojas de hierba maldita.
Atente contra él, no entendió nada. Desde aquí te escribo.


Alexis Comamala




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