Dos veces se
muere:
Primero en la
carne, después en el nombre.
La carne
desaparece, el nombre persiste pero
Perdiendo su
casto contenido
−Tantos
gestos, palabras, silencios−
Hasta que un
día sentimos,
Con un golpe
de espanto (¿o de remordimiento?)
que el nombre
querido ya no suena como los otros.
Santita nunca
fue para mí el diminutivo de Santa.
Ni Santa fue
nunca para mí la mujer sin pecado.
Santita eran
dos ojos miopes, cuatro incisivos claros a flor de boca.
Era la
intuición rápida, el miedo a todo, un cierto modo de decir "Válgame
Dios".
Adelaida no
fue para mí Adelaida solamente,
sino también
cabellera de Berenice, Innominada, Casiopea.
Adelaida, hoy
apenas sustantivo propio femenino.
Los epitafios
también se borran, lo sé.
Pero más
lentamente que las reminiscencias
en la carne,
menos inviolables que las piedras de las tumbas.
Manuel
Bandeira (Recife,
1886- Río de Janeiro, 1968)
En Momento
en un café y otros poemas.
Editorial
Plus Ultra, Buenos Aires, 1986.
Trad. Estela
Dos Santos
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