La
fórmula podría haber sido blanca luz
diluida
en champaña pero al final fue agua,
éter
y alcohol en proporción igual más
los
miligramos suficientes de cianuro:
oxígeno
vedado a las células y en las venas
azul
prusiano para flotar y subir de una vez
a
la gran N ación sólo habitada por sabios
y
seres de albo rostro como Polichinela.
Eran
sólo dos las opciones: bajar el Ideal
a
la tierra o concretar el viaje último, celeste
y
cerebral usando libros arcanos de alquimia
por
guía y sortilegios rimados y grimorios
secretos.
Prefirió la última por cansancio.
Entonces
enseñó al hijo que no hay mejor
mapa
que el espejo y que toda la gravedad
es
necesaria para alcanzar su ausencia. Eso
vio
por último al boquear con sus ojos fríos.
No
el reflejo que, luminoso, huye en el agua.
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De Poesía
civil.
17 Grises
Editora, 2010.
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