No sé dónde olvidé mi nombre, mi casa y mis vestidos, Señor mío.
Hoy llámame tu María Magdalena,
tu hermosa puta consentida,
tu fruta arábiga y dulce sucediendo en tu boca.
II
Yo soy la serpiente.
He creado a Dios en 7 días
y por las noches, moldeé una Eva demencial y hermosa,
con heridas tibias que Adán visita con su luminoso falo.
Por entonces era el principio, Señor mío,
y he esperado 33 años para encontrar el hilo de tu sangre,
el rumor de agua de tus huesos, donde busco mi nido primitivo.
III
Reconóceme, Señor mío.
Soy la Mater Dulcisima,
ciudadana,
non casta,
voluptuosa obra de carpintería,
hostia ambigua que al pie de tu cruz
te ofrece el mundo,
la adoración de los hombres,
la inconfundible salobridad de las lágrimas,
la amarga eternidad.
Elena Anníbali (Oncativo, 1978)
de Madres Remotas, Cartografías Ediciones. Río Cuarto, 2007.
2 comentarios:
Siempre me ha interesado la mirada de María, la mujer de Magdala, la mujer del Cristo. Y este poema, con su estilo propio y su idea, me conmovió. Se trata de una muy buena poeta, sin duda. Abrazo afectuoso, Alfredo Lemon
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